Nuestra vida cotidiana está poblada de estímulos sensoriales, imágenes entremezcladas con fantasías, emociones que conducen nuestra atención a recuerdos o ensoñaciones que, en el borde de la vigilia, nada envidian al maravilloso país de Alicia. Según los mandatos de nuestra voluntad creemos abordar esta “realidad”, compartirla, medirla, explorarla, domeñarla. Sin embargo, el psicoanálisis, especialmente en la tradición de Sigmund Freud y del psicoanálisis freudiano, verifica que el aparente orden del mundo —el “Cosmos” que creemos habitar— no es sino “cosmético”.
Las amarras de nuestra cordura exigen este “orden”, pero los sentimientos de extrañeza o ajenidad insisten en presentarse, por ejemplo, en síntomas que motivan un análisis. Las respuestas que en nuestra subjetividad operan como garantías fundamentales no siempre sostienen la coherencia del cuerpo, del mundo o de las relaciones con los otros; lo “real” irrumpe para recordarnos que nuestra firme realidad se parece a un sueño o a una pesadilla.
Pero, ¿Qué es lo “real”? Aunque siempre está presente, lo real se muestra perturbando el funcionamiento cotidiano: en la moral, la política, la religión, la ciencia, en nuestro cuerpo y en el de los otros. Causa des-localización, pérdida de referencias y sensación de irrealidad. Metáforas como el laberinto o el muro pueden ilustrar estas irrupciones de lo real: repetición sin salida, imposibilidad, obstáculos que no podemos romper. Los recursos conocidos se muestran insuficientes.
El afecto predominante en estos momentos es la angustia, y en un análisis psicoanalítico se le otorga un lugar central. La realidad de cada sujeto funciona como un escenario que permite cierta vida ordenada, pero esta no deja de ser una mueca de lo real. Lo obvio de la realidad “cosmética” naufraga frente a la asociación libre, porque su pretendido “Cosmos” encubre aquello que nos esforzamos en desconocer, reprimir o ignorar.
Como exploradores del lenguaje, los pacientes acompañados por su analista viajan a través de sus propias órbitas psíquicas, descubriendo las fuerzas gravitacionales que operan en sus síntomas, penetrando los agujeros negros de su inconsciente y desentrañando las marcas que la cultura y la historia personal imprimen en su subjetividad. En este recorrido, el psicoanálisis y la orientación de Freud permiten iluminar lo invisible y dar sentido a aquello que se resiste a toda comprensión inmediata.
