Realidad, mueca de lo Real

Nuestra vida cotidiana está poblada de estímulos sensoriales, imágenes entremezcladas con fantasías, emociones que conducen nuestra atención tendenciosamente a recuerdos, a ensoñaciones que, en el borde de la vigilia, nada envidian al maravilloso país de Alicia. Según los mandatos soberanos de nuestra voluntad abordamos esta “realidad” creyendo compartirla, mensurarla, explorarla, domeñarla, pero el psicoanálisis verifica que el arreglo de las cosas del mundo, el orden del “Cosmos” en el que creemos habitar, no es sino “cosmético”.

Las amarras de nuestra cordura exigen este “orden”, pero sentimientos de extrañeza o ajenidad insisten en presentarse, por ejemplo, en síntomas que nos llevan a un análisis. Las respuestas que en nuestra subjetividad operan como las garantías más fundamentales no siempre logran sostener la coherencia del mundo, del cuerpo o de las relaciones con los otros, lo “real” cada tanto aparece para recordarnos que tanto se parece nuestra “firme” realidad a un sueño (o pesadilla). Pero… ¿de qué hablamos cuando hablamos de lo “real”?  

 Aunque siempre está presente, cuando lo “real” se presenta corriendo el velo de la realidad, lo hace perturbando el “normal” funcionamiento. Un fuera de cálculo que en lo cotidiano, en la moral (política, religiosa, familiar, científica, etc.), en el cuerpo (propio, ajeno, social, etc.), causa cierto efecto de irrealidad, des-localización o pérdida de referencias. Las metáforas literarias del laberinto y del muro pueden señalar al menos algunas de las formas que tiene lo real de irrumpir, como aporía o sin sentido. Situaciones en nuestra vida o en la de aquellos que conocemos parecen repetirse una y otra vez, tal vez con pequeñas/grandes diferencias, pero en esencia “con el mismo sabor”… esta es la connotación de laberinto, que, encaminados hacia la salida, volvemos siempre al mismo lugar. El muro es tal vez otra connotación de lo real, pero en su rasgo de imposibilidad. Por más que queramos atravesarlo, solo conseguimos chichones y moretones ¡No lo podemos romper! Los recursos y herramientas conocidas no alcanzan… una y otra vez.

El afecto que patenta estos momentos es la angustia, y en un análisis se le da un lugar privilegiado. Si pensamos entonces que la realidad de cada quien funciona como un escenario o lienzo que permite una vida sosegada (o aburrida), esta no deja de ser una mueca de lo real. Lo obvio e indiscutible de la realidad “cosmética” naufraga en la asociación libre, ya que su pretendido “Cosmos” no es sino más que un efecto encubridor de aquello que tanto empeño ponemos en desconocer, reprimir e ignorar. Tal vez como astronautas, los pacientes acompañados por sus analistas, viajan a través de un espacio lenguajero para descubrir cuáles son las órbitas fijas de sus inhibiciones, descifrar las fuerzas gravitacionales implicadas en los síntomas y atravesar los angustiantes agujeros negros que sistemáticamente se le sustraen al bien intencionado ojo del astrónomo.